UN SIETE DE NOVIEMBRE...

14.11.2016 08:05
07/11/2016

AMÉRICA 2 - CARTAGENA 1 

UN SIETE DE NOVIEMBRE...

La noche alumbrada por una tribuna rebosante de rojo despuntó en fiesta infinita: Trapos de diferentes calibres desplegaban su majestuosidad. Potentes bengalas escarlatas encendían los rincones donde otrora solo retoñaba angustia. Los rollos que valientes se colaron, cayeron como un reflejo mágico de los destellos de luz que llevaron la noche al esplendor sublime.  Y en el cielo, los estruendos incesantes en cadencia perfecta golpeaban la noche abriendo las puertas de este divino infierno. ¡Qué es esto que veo por dios!

La ansiedad que trajo un día en el que no dejé de pensar en América ni un instante, quedó atrás cuando Arzuaga tocó el balón y el rojo, vehemente, feroz, empujado por 38 mil caballos de pasión se tiró encima de su rival con la fina convicción de hacer historia.

Otra vez, encarnando una sana costumbre, el equipo fue ambicioso desde el inicio.  Procuró el balón y los espacios arrimando a cuenta gotas el gol al arco de Buenaños.  Entonces, de izquierda, en oriental con sur, en esa esa esquina donde se trenzan pasiones, como un suspiro,  un toque de balón, o de talón tal vez, fue señalado por el árbitro como penal, que acto seguido Martínez Borja acompañó con firmeza a la red.  El rugido fue ensordecedor, inigualable y fascinante.   El gol retumbaba en todas las esquinas y resonaba en cada corazón hinchado de pasión.

¡Qué emoción gigante¡ Vamos por más, vamos a golear.

La noche que rayaba la exquisitez, tuvo, como no, el infaltable instante de tensión: El juez señaló otro penal. Arzuaga pateó. Bejarano no lo vio. Gol de Cartagena. El equipo sintió el golpe, la ansiedad surgió y encontró lugar en los jugadores.  Todos querían definir, los caminos se empezaron a errar y la claridad desapareció. Ni el remate de Brayan Angulo al palo destrabó la densa madeja que se tejió en la cancha.  Entonces, por derecha, en occidental con sur, en esa intersección donde se tejen pasiones, Angulo templó un pase al punto penal  que Farías defendió como la vida misma hasta caer. Lucumí recogió el fruto de la lucha y cayéndose deslizó a la red otro rugido infernal. El estadio se levantó, se meció, literal, y en un abrazo fraterno se entregó a la devoción del gol que devolvió la sonrisa desplazada por la ansiedad.

¡Qué gol quirúrgico! Fin del primer tiempo.

El partido se disfrazó de final, y el rojo lo asumió como tal. Hernán Torres amarró el resultado y con peones como alfiles puso en jaque a un desorbitado Cartagena que estuvo al filo de la cornisa cada vez que el rojo se desprendía en contra.  El profe Torres, sacó a Martínez Borja reforzando su defensa con Pérez y como un marinero audaz le tiro al partido un nudo mariposa que impidió cualquier intento rival. Minuto 38. Minuto 39. Minuto 40. Minuto 41. Minuto 42. El Pascual se sacudió como en épocas de antaño y el celestial “Y dale, y dale, y dale rojo dale” que acompañó gestas ochenteras, brotó espontáneo de las gargantas agotadas.  Minuto 45. Minuto 46. Minuto 47. En la tribuna bamboleante no había lugar para malos pensamientos. Minuto 48. Minuto 49. Balón al cielo. Fin del partido. ¡Ganamos!

Un día más que tachamos de este almanaque absurdo que vivimos. El calendario avanza firme hacia la noche perfecta que he prefigurado tantas veces en noches de insomnio. Qué cerca estamos de culminar este viaje paradójico que el destino nos puso como prueba y al cual le restan tres estaciones… A veces me pido mesura, en la intimidad me susurro que debo ser cauto y mesurado con las palabras, pero me respondo – A la mierda la prudencia – ¡VAMOS A ASCENDER!

Saludos y gracias por leer estas líneas

MAURICIO BERMÚDEZ / @MBER226

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