UN RESPLANDOR. . .
QUINDÍO 0 -- AMÉRICA 1
UN RESPLANDOR. . .
"fueron feroces, incansables, leales, comprometidos, serios, combativos; fueron americanos"
Y llegaron esos fatales minutos finales en los cuales se esfumaron cuatro puntos y la sonrisa perfecta… El equipo cambió nerviosismo por sobriedad y los asumió con carácter y firmeza. Quindío en un peloteo continuo insistía como sabiendo que la falla y el empate llegarían. No fue así; el rojo defendió en la techumbre y el solar del área cada pelota como la última del último partido en la B. Fueron feroces, incansables, leales, comprometidos, sinceros, serios, combativos; fueron americanos.
Era un partido para jugarlo con güeeeevos dejando hasta el sudor de mañana. La cancha invitaba a dejar el fútbol en el camerino y entregarse al eterno pregón de la tribuna. Sin embargo, este América, el de Hernán Torres, el que va a ascender y será incluirlo en el himno de fe y alegría, no solo metió, sino que preso de una confianza brutal intentó jugar donde no se podía. Parecía absurdo y hasta suicida pero lo hizo, respetó el balón y la idea de juego que lo acompañará hasta el día de la vuelta anhelada.
El equipo luchaba y metía encarnando el mandato de la tribuna y jugaba acatando el del profe. Tocaron de un extremo al otro arrumando rivales. Fiel a la idea de juego inyectada en Cascajal se esmeraron en tratar bien el balón. De Palacios a Lucumí, de Lucumí al otro costado. De Mercado a Mosquera que sacudió la aurora del segundo tiempo con un fogonazo detenido a medias por el nefasto arquero rival. La bendición cayó sobre Martínez Borja pero no pudo definir. ¡Uff! De la nada, como un destello fulminante apareció Álvarez pegando el balón a su pie izquierdo, sacó al arquero y deslizó el elemento hacia ese bendito amuleto azabache que lo tocó a la red con fiereza sutil provocando el resplandor. Una capa rubí armada por el desenfreno de los americanos gritando gol cubrió la cancha que quedó a expensas de esta pasión. Qué belleza. ¡Gooool! ¡Goool! El 19, cada vez más rojo, gritaba gol corriendo desaforado mientas templada en su pecho esta camiseta cansada de tanto dolor. Un gol colmado de sentimiento. Un resplandor.
El rojo terminó el primer tiempo amparado por las manos de Bejarano y los pies de Cortés. El deseo de jugar fútbol en el fango, tan reprochable como admirable, lo llevó a fallar y arriesgar el resultado. No era para jugar, era para meter, pero este América es así; obstinado como su entrenador y buscó sin éxito fútbol en los charcos.
El rojo estaba en la cancha. La noche que estuvo apagada desde el lunes anterior, se tendía como un delgado tejido de lino para pintar sobre ella hombres vestidos de impecable rojo ganarse el respeto de su pueblo y enfrentar un combate preludio de la gran batalla. Vamos América. Vamos que esta noche lo ganamos.
Saludos y gracias por leer estas líneas.
MAURICIO BERMÚDEZ / @MBER226