UN DOMINGO PROMETIDO. . .

03.08.2016 08:31
24/07/2016

  POPAYAN 0 --  AMÉRICA 1 

 

UN DOMINGO PROMETIDO. . .

"¡Gooooool del rojo! seguía entonado eufórico el tremendo narrador"

 

Los sonidos intensos del tunein entregaban a la gente extendida por el mundo la imagen de un América serio y dominante en la cancha. El relato cargado de pasión fue el carboncillo que permitió dibujar sobre aquel lienzo impaciente un equipo que se tragó a su rival, y cada toque de balón un trazo más del objetivo inmediato; ganar en esta plaza.

Sin embargo, como ha sido habitual, el gol no llegaba y era lógico pensar que esta tarde terminaría descrita con otro empate.  15 minutos, luego 30, más tarde 45 y la razón bendita de este juego seguía oculta en alguna nebulosa abstracta.  El rojo jugaba bien, coincidían especialista y aficionado, local y visitante y hasta algún escéptico refugiado en oriental, pero de nada sirve eso ni la fe ciega si el balón no deja su sombra en la red.  

El receso fue más corto que nunca.  La necesidad imperiosa de escuchar el grito vital de un gol de América hizo rápido ese segmento de reproches.  La magia del internet forzó un largo silencio en la saturada trasmisión, el relato iniciaba en una jugada y terminaba en otra. Se tornada desesperante.  De pronto, luego de un silencio prolongado, como brindando por el ausente o prendiendo una vela por el regreso, el dulce sonido esperado salía rebelde de la voz enérgica del relator. ¡Goooool! ¡Gooool! Rivas, el 17, el de la voltereta de más, el del empate el jueves, del que mucho se dice y poco se sabe, encontró en sus pies el sosiego precioso para esta hinchada.  ¡Gooooool de América! ¡Goooool de rojo! Seguía entonando eufórico el tremendo narrador. 

A la distancia se experimentaba esa tranquilidad de ganar 1-0 pues sabes que la defensa ya no es el flan  que solía ser.  Imaginé cierres perfectos de Cortés y coberturas exactas de Pérez.  El rojo seguía jugando bien informaban propios y extraños desde la cancha, y a la distancia, como un devoto enfermo de este color, creí a pie juntillas que así era.  Ni siquiera un palazo y un gol anulado al rival iban a cambiar esa exaltada convicción.  El partido terminó.  La fascinación frenética de un triunfo refrescante  se llevó las caras largas y las agrieras causadas por dos insípidos empates. ¡Ganamos! Y vamos por más.

La música del rojo me acompañó en esta grata mañana.  Canté y salté como en un banderazo.  Lamenté no estar en la cancha pero grité el gol sintiéndome allí, en una avalancha, preso de este vicio hermoso de ser americano.  Cerré con una sonrisa infinita, como tal vez la tuvo usted,  un domingo que el rojo nos estaba debiendo. Gracias América, gracias por tanto.

Saludos y gracias por leer estas líneas.

 

MAURICIO BERMÚDEZ / @MBER226

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