NOS UNTARON EL BALÓN
AMÉRICA 0 -- JAGUARES 2
NOS UNTARON EL BALÓN
Solo un cachito de segundo de ese minuto seis, pudo haber cambiado el color y sabor de una noche que inició en medio de un manantial de optimismo, y que con el paso del tiempo, del toque rival, y la abulia propia, terminó en un manglar de desolación, impotencia y confusión: Iván Vélez centró y Martínez Borja, solo frente al arco, sin oposición, con el grito sagrado a punto de parir en la garganta de los miles que siempre están; cabeceó mal, muy mal, con la coronilla tal vez, y perdió el gol. ¡Qué vaina! Una jugada cualquiera, una posibilidad de gol de las muchas que se dan en un juego. Qué lejos estábamos de creer que sería la única de toda la noche.
El rojo cayó en la trampa propuesta por el rival, una trampa armada en 40 metros por redes de piernas que sostenían de lado a lado una idea basada en la seguridad, solidaridad y compromiso en cada bola disputada. Defendieron bien, forzaron a los nuestros a tocar más de la cuenta y a caer en ese futbolito insulso y provocador de posesión sin agresión. Bejarano atajó dos claras y el juez decretó el final de un primer tiempo para archivar en esa gaveta donde reposan, entre sombras y hedores, muchos otros que tanto dolor causaron.
¡Ay Martínez Borja! Si hubieras cabeceado bien. . . Si hubieras marcado ese gol.
La noche que traía una leve presunción a desgracia, destapó todas sus cartas cuando, presos de una ingenuidad desafiante, tres de los nuestros que defendían, permitieron que el balón rebotara frente a ellos un par de veces, ¡AHÍ NO PUEDES DEJAR REBOTAR EL BALÓN! ¡NO PUEDES! Lo perdieron y un rival, sobre una alfombra roja, en doble remate anotó.
No hubo rebeldía ni reacción al gol. Les estaban pasando por encima, los estaban haciendo ver como palitroques o conos de entrenamiento. Trotando es muy jodido. El profe Torres, como casi nunca, perdió el guion que tal vez dejó en el traje negro del domingo, y no encontró la forma de sacudirse. Entonces, le tiró la camiseta al joven Hernández, (– Se arregló esto –, susurró al oído una voz mentirosa y socarrona). Pero, sacó a Lucumí, ¡Por Dios, qué metida de pata!
Antes del segundo gol, que a decir verdad fue una auténtica belleza, de esas que un escritor desearía describir, Farías tuvo el empate, pero como rara vez pasa; lo falló. Lo demás, los siguientes minutos, y los disparates que luego tomaron lugar, fueron las arandelas que le faltaban a un juego que perdimos en todos los sectores de la cancha desde el minuto 6 hasta el 94. Nos untaron el balón, nos restregaron el Golty euforia en la cara y nos aterrizaron. Perder siempre es malo y más cuando caes arrugado, viéndote tan inferior, que asustas, sin fútbol y con los argumentos y los güeeeevos escondidos en la suela de los zapatos. Perder siempre es malo, te pueden superar con juego, pero la actitud jamás se negocia, y los nuestros, que tantas veces hemos ponderado por ese intangible; hoy se arrastraron, no fueron a la cancha, nos quedaron debiendo todo. Qué derrota dolorosa esta. Ganaron, y bien que lo hicieron.
Era un partido fácil, decían algunos. No aprendemos.
MAURICIO BERMÚDEZ / @MBER226
#EscritoConElAlma