MEDELLÍN 2 - AMÉRICA 2
MEDELLÍN 2 - AMÉRICA 2
¡VAMOS! VAMOS QUE LO GANAMOS
La tensión evidente surcaba el medio campo. La defensa predispuesta para el ataque inclemente del rival mostraba vigorosidad particular. El medio campo parecía uno completo y la zona ofensiva una amalgama de solidaridad. La gente, el pueblo americano, distribuido entre las tribunas del Atanasio y el resto del mundo alentaba sin cesar. El rojo jugaba bien. El rival no supo descifrar la enramada que Torres tendió sobre la cancha y el corazón excitado gritaba en un aleteo constante: ¡Vamos! Vamos que lo ganamos.
Lucumí. A quien ya extrañamos y guardamos recuerdos inmarcesibles. Recibió en el pecho el desenlace de una gran jugada colectiva. Alzó la mirada y ató la fruta a sus pies convencido que entregaría el zumo a la garganta sedienta de un pueblo único. Avanzó. Y cuando tres rivales pretendían acorralarlo, lanzó un sablazo evocando las tardes intactas de Ciénaga y Cartagena (Ver páginas 195 y 206 del libro ¡ASCENDIMOS! #EscritoConElAlma) y como en esas ocasiones, el balón estalló en la red contraria y el delirio colectivo fue superior, magno, imponente. El rojo ganando en el Atanasio, qué gran realidad. Qué gran partido.
Bejarano le tiraba el guante a todo. Arriba y abajo fue inmenso, a los lados colosal y en el achique brillante. ¡Ay Bejarano de mi vida! Sin embargo y a pesar del esfuerzo no logró contener una de Viola que reposó en la red como el empate… El gol del rival antes de calmar la furia del visitante la estimuló… El rojo cargó de nuevo por derecha donde Lucumí atendió a su marcador de turno y lanzó al área un centro poco pretensioso que Silva, con un movimiento gestado entre la nuca y un hueso del cráneo bajo, que desafía cualquier ley de Newton y se debate entre la arepa y magia, desvió la trayectoria del balón haciendo de aquel centro menor un gol feroz cantado a rabiar en el corazón del Atanasio. Gol. Gol. Gol. Gol. El ritmo monosílabo de la pasión no daba tregua en el alma que se quería salir y en el corazón que seguía gritando ¡Vamos! Vamos que lo ganamos.
Partidazo.
Independiente Medellín ajeno a cualquier amaño promovido por irresponsables, arrojó toda su ofensiva sobre la barricada de Torres. El rojo aguantaba pero lo hacía sabiendo que la oportunidad de la estocada llegaría… ¡Uff! Martínez Borja casi pone la puntilla. El rival seguía atacando y el rojo contestando. ¡Partidazo! En el fragor del juego, el guaro y la nicotina, no sabía si la apuesta correcta era el tercero o el empate. Y a decir verdad, ambos eran justos. El banco se movió, removió y hasta se sacudió. La pirotecnia adobada por la pasión desenfrenada era para el visitante y las opciones para el local. Bendito fútbol.
¡Yo soy de la Mecha, no me importa nada. Te voy a alentaaaaaar todas las canchas… Es una promesa, estaré con voooos hasta que muera!
Bejarano que se cansó de atajar las jodidas sucumbió ante una sedita que iba mansa a sus manos. El DIM empató y los quince minutos finales fueron una plétora de fútbol y güeeeevos. Opciones de gol para ambos, patadas, paredes, expulsiones, broncas, madrazos y demás. Todos los aliños de un partido de verdad que terminó con la satisfacción de protagonistas y espectadores. ¡Ufff! Castañeda, por poco, por muy poco. ¡Vamos! Vamos que lo ganamos.
La adrenalina no dio tregua durante el juego y retomó su nivel natural cuando el partido terminó y el hincha satisfecho aplaudía orgulloso a su equipo que se vació en la cancha, que dejó la piel como si no hubiera un mañana. Abrazó con sus palmas al equipo que hoy interpretó la exigencia de entregar cada gota de sudor y hasta empeñar los güeeeevos. Hoy América entregó la vida en todos los duelos y tuvo a su gente con la garganta a punto de estallar, porque ellos desde temprano hasta el ocaso del sábado 13 siempre creyeron gritando: ¡Vamos rojo! Vamos que lo ganamos.
Saludos y gracias por leer estas líneas
MAURICIO BERMÚDEZ / @MBER226
#EscritoConElAlma