LES TENEMOS QUE GANAR

12.06.2017 08:20

LES TENEMOS QUE GANAR

 

El rojo de impecable traje negro saltó a la cancha ante el vacío majestuoso que decoraba el templo. Sin embargo, a pesar del frio evidente y el castigo eterno, el corazón de los fieles estaba allí, atado a cada silla azul latiendo desesperado y agitando aquella bandera raída que dice “Pasión de un pueblo”. América, nunca estarás solo.

 

El equipo liderado de repente por el joven Hernández llevó el trámite del juego lejos de Bejarano y cerca de Mina. Las opciones que brotaron en la pelota quieta cerca del área rival lamentaban la lesión de Juan Camilo Angulo y el retiro prematuro de Jersson.  Bejarano hizo su aporte mayúsculo y Castañeda estrelló un perdigón en el palo. Pero las emociones se resistían a tomar partido. Es que, sin público, sin la explosión de júbilo que baja de la tribuna el fútbol sabe a muy poco. El gol, arisco, parecía rehusarse a caer seducido en una cancha sin gente, gritos, banderas, ni emoción.

 

La noche parecía cambiar de color cuando el juez central expulsó a Roa. ¡Vaaamos! El aliento efervescente recorrió las calles de la ciudad y retumbó simbólicamente en el deprimido San Fernando.  Quizás, fue en ese instante cuando más se sintió la ausencia del pueblo en la tribuna porque el estallido vehemente que insta al equipo a ir al frente después de una expulsión al rival, quedó reducido a tímidos aplausos en la cancha. Entonces, cuando el rojo tenía que cambiar de actitud y superar metro a metro a su rival, el partido cayó en una modorra espesa decorada por los cambios tardíos y un buen despliegue defensivo del rival.  Los minutos pasaban a veces lentos y a veces veloces dejando un tufo añejo a frustración que acompañó el partido, porque clásico no fue, hasta el minuto final.  Me cuesta recordar un clásico tan flojo como también me cuesta aceptar el fútbol sin público. – La pelota no se mancha – Dijo alguna vez el 10.

 

¡A ESOS LES TENEMOS QUE GANAR! Hoy, mañana y siempre les tenemos que ganar. Tal vez el marco y la instancia definitiva condicionaron el trámite cansino del juego. Pero, venga e intente explicárselo al hincha americano que sintió durante los últimos días una mini Clinton acechando a su equipo y buscaba hoy en una victoria el refugio a tan absurda persecución.

 

Con tres noches enfermizas soñando un triunfo refrescante no había otro resultado posible

para calmar esas ansias que ganar.  Quedan 90 minutos.  Y aunque el paladar no lleve de vuelta a casa el sabor que tanto anhelé en la previa, no dudo ni un ápice que vamos a clasificar allá donde aún retumba el gol de Artigas y la avalancha de camisetas blancas.  Será hermoso.  Será un domingo inolvidable cuando la humildad derrote a la soberbia y este pueblo perseguido pueda gritar de nuevo que jugará una final.  A veces, cuando la razón desplaza la pasión, pienso que no tenemos traje para esta verbena; luego la pasión retoma su lugar, veo el rival, le echo un vistazo a la historia y a las razones que me han llevado a la locura por estos colores, entiendo que nos debemos un gran partido, lanzó un “Dale rojo” al aire y grito en la mitad de una noche amenazada por el insomnio: ¡A ESOS LES TENEMOS QUE GANAR!

 

Vamos. Vamos, América. Vamos a jugar fútbol y prolongar esta fantasía impensada hace un par de semanas.  Vamos a añadirle a esta historia repleta de gloria un capítulo más; uno maravilloso e inolvidable que quedará imborrable en la entraña de esta pasión y que ellos recordaron en su amargura cuando vean que el equipo que llaman de la ‘B’, los eliminó en su casa.

 

Saludos y gracias por leer estas líneas.

 

MAURICIO BERMÚDEZ  - @MBER226

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