HAY NOCHES

19.02.2017 23:42

AMÉRICA 3 -- JÚNIOR 1 

HAY NOCHES

Hay noches que aquello que ves es tan abrumador, tan majestuoso e imponente que es prácticamente imposible ponerlo en palabras. Es un amasijo perfecto de pasión y color, de un infierno angelical, de un pedazo de tierra que, literal, se estremeció cuando el equipo saltó a la cancha en medio de estruendos, destellos, papel brillante, banderas incansables, explosiones y ondas de humo escarlata que danzaban al cielo  al ritmo de cantares estridentes y coros salvajes. Hay noches hermosas, como la de  hoy.

El partido inició y el aguante infinito volcó su poder con un vibrante “dale dale rooooo” que rimaba perfecto con la majestuosidad de una noche de esas, en las que hasta la luna, envidiosa, se vistió de rojo.   Junior, con oficio, manejó el balón como tratando de bajar las revoluciones que el entorno proponía, mientras que el profe Torres gesticulaba procurando orden en el medio campo donde se extraña la voracidad del que raspa.  A pesar de un inicio parejo y una clara que Viera evitó, en un accidente llamado tiro de esquina, el rival encontraba un gol, uno miserable.

Era inevitable mezclar esa desgracia circunstancial y el trámite mismo, con la lenta y creciente decepción de los dos primeros partidos. ¡Ehh! Amarilla para Bejarano y Vélez en la cornisa de la expulsión. ¡Ehh! El equipo quedó lelo y desorbitado.  Golpeado por un gol infame.

Juan Camilo Angulo, recogió del césped algunos trozos de lamentos caídos de la tribuna y agitando los brazos en alto, arengó a la gente y al equipo mismo a ir al frente.  La reacción fue atrevida. Minutos más tarde, Castañeda, con aires de volante 10, templó un pase a Martínez Borja que de un nalgazo potente  demolió su marca y alargó el balón hacia el 20. Lucumí, con sus piernas ligeramente llenas, trazó un amague allí que salió allá y lanzó un almíbar al punto penal, donde Farías fue agarrado hasta caer como una rama seca… – ¡PEEEEEEEENAL! – La gente saltó como si fuera el gol mismo – ¡PEEEEEENAL! –  Martínez Borja, con el balón bajo su brazo, en el mismo sitio del momento feliz, pero esta vez con seriedad doctoral, cruzó el balón provocando un estallido apenas comparable con la erupción del Krakatoa. ¡Gol, por Dios! ¡Gol, por Dios! ¡Qué hinchada maravillosa! ¡Qué equipo, por Dios! El delirio de la tribuna no encontró fin, pues solo unos minutos después de esa descarga emotiva, vino otra, de Angulo, el volante, a Vélez quien veloz como un deseo, perforó la defensa rival y de un puntazo asistió a Martínez Borja que punteó de nuevo para sellar esta fiesta inmarcesible. ¡Qué golazo!

El primer tiempo terminó. ¡Feliz cumpleaños rojo de mi corazón!

El equipo se recogió desde muy temprano y sumado a la determinación del rival, el peligro era evidente.  El partido no estaba cerrado y había mucho tiempo por delante. Entonces, Torres, incluyó a Mosquera… El bisonte estaba en la cancha, sonreía el medio campo. El equipo se robusteció allí donde lucía frágil, Ayala dejó de sentirse solo y Castañeda y Hérner se contagiaron de una voracidad singular. Y todos los de rojo en la cancha y la tribuna se multiplicaron. Eran millones.   La noche era hermosa pero de nuevo apareció Martínez Borja para hacerla perfecta: El tercero de una noche preciosa, de esas que uno quiere que nunca, nunca terminen. Fin del partido. Este equipo lleno de laboriosos elementos, nos brinda de nuevo la dicha inaplazable de una victoria y con ella empezar a romper las amarras que nos atan al promedio.  Ganamos y muy bien lo hicimos.

Hay noches lindas e inolvidables que atesoraras junto a esos recuerdos que en algún instante de soledad te arrancan una sonrisa o un gesto de eterna satisfacción.  Hay noches que se graban en el lugar más arisco de tu emotividad y buscan un espacio para acariciar de repente tus sentidos  Hay noches cuyas imágenes ves y recreas a cada instante. Hay noches hermosas, mágicas y perfectas, como la de hoy. Gracias América de Cali por existir.

Saludos y gracias por leer estas líneas

MAURICIO BERMÚDEZ / @MBER226

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