GRACIAS, AMÉRICA.
(10 -12-2017)
MILLONARIOS 0 - AMÉRICA 0
GRACIAS, AMÉRICA.
El primer tiempo terminó y la piel de los once rojos quedó en el césped. Jugaron con el espíritu amateur que muchos pierden en el camino. Sudaron, dejaron el cuero en cada pelota dividida. Metieron lo que una tribuna enardecida pide en el fragor de un juego definitivo. Fueron imponentes, no se opacaron ante la majestuosidad del escenario. Millonarios que agradecía al cielo por el botín del jueves, no encontraba la manija del partido y el tiempo se les agotaba entre la impotencia en cancha y la desesperación crónica en la tribuna. Bastaba un pestañeo para que la fiesta se les aguara. Y ellos lo sabían, en la cancha y en la tribuna.
Bejarano, atajó un penal que fue una señal o tal vez premonición. Luego como un resorte dulce atajó otra imposible y era inevitable sentir que lo íbamos a ganar. – La mecha lo gana – Como en Barranquilla ese estribillo retumbaba en la cabeza. – La mecha lo gana –. Lizarazo colgó un balón al ángulo y el arquero respondió… El juego entraba en la dinámica del “como sea”. ¡Vamos! Bejarano mantuvo la serie viva así como la úlcera de muchos azules. Cada atajada era un chorro de gasolina para ese destello que se convertía en fuego voraz al pisar campo rival.
El momento que tanto tardó al fin llegó. Ese instante que esperamos con paciencia y devoción de profeta abría sus humantes fauces. Era gol. La noche sin duda iba a cambiar. El silencio sería ensordecedor y la luna vestiría su traje bermellón. El premio para una gente que estuvo en la peor de la historia, un entrenador que revivió a un desahuciado y un grupo de jugadores que merece un aplauso de pie. Lizarazo veía venir el balón hacia su pie izquierdo, acomodó su cuerpo de tal forma que el remate no tomara altura. El Campín enmudeció, se podía escuchar el sonido singular de la llovizna sobre el césped. Bejarano se saboreaba y el grito de gol de los rojos regados en la tribuna iba a ser un soneto de Neruda… Lizarazo, falló, no impactó el balón y luego otra atajada de Vikonis más una barbaridad de Arboleda dejaron todo azul de nuevo. El juez terminó el partido atendiendo la súplica desesperada de Millonarios.
No estoy triste. Y seguramente usted tampoco lo estará. Tal vez, al terminar el partido se levantó de su lugar y aplaudió valorando el esfuerzo y el pundonor del equipo. Su rostro, que es el de millones, solo expresa agradecimiento y satisfacción. Me voy a casa tranquilo, con los pies empapados, el alma inundada de orgullo y las palmas ardiendo de tanto aplaudir a mi equipo. Este año que acaba de terminar lo guardaré en el corazón y la memoria por la felicidad y el sufrimiento. Por las polas con los amigos de la cancha y el abrazo de siempre. Los viajes interminables y la sonrisa del abuelo en la tribuna. Por el carnaval y el humo. Por las atajadas de Bejarano, el gol de Lucumí a los 14 segundos, el gol de Farías, el de Borja, el de Castañeda y el de Hernández en Pasto . Por el rostro abatido del profe Torres. Por las derrotas dolorosas y los refuerzos intrascendentes. Por los partidos lamentables en Neiva, Pasto, Montería y Envigado. Por noches como la del cumpleaños o aquella del gol de Olmes al noventa y tanto. Porque volvió un ídolo, por los once partidos sin perder. Por la tanda de penales en Barranquilla, la cara de Teo y los clásicos que se perdieron. Por los castigos injustos, los estadios a reventar y el gol de tiro libre de Angulo. Por la risa del niño que fue por primera vez a la cancha y Hérner de regalo le dio un golazo de cabeza. Por las pataditas de Blanco, el corazón de Mosquera y las atajadas fantásticas de Bejarano. Por los madrazos y la ovación. Porque siempre estuvieron pendientes y vigilantes, porque el rojo no les dio la segunda mayor alegría de su vida. Porque después de 48 partidos, con la categoría a salvo, dos semifinales a cuestas, el regreso a las canchas de Sudamérica y unos güeeeevos enormes solo puedo decir: ¡GRACIAS, AMÉRICA!
Saludos y gracias por leer estas líneas.
MAURICIO BERMÚDEZ / @MBER226