AGAZAPADOS.

12.03.2017 01:47

AMÉRICA 0 -- NACIONAL 0

AGAZAPADOS.

El día llegó y consigo el morbo y la ansiedad propia de un partido esperado.  Las calles de San Fernando desde temprano recibieron caudales de americanos de una buena cepa llegados de todas las esquinas de Cali, del Valle y toda Colombia, que con el paso de las horas se hacían ríos de gente desembocando en el Pascual Guerrero; ese hervidero humano donde lo único que se respira es la esencia  de una auténtica pasión.

El partido se abría paso entre los últimos hilos de humo y el eco de los estruendos que adornaron la salida del equipo. ¡VAAAMOS! La idea que rondó en mi cabeza las últimas horas se esfumó con el primer toque de balón. –¡Qué empate ni que coños, vamos a ganar! –.  El rival tomó el balón y con frialdad aterradora dispuso de él. De memoria tocaba aquí, allá y luego a Henríquez. Repetían ese ciclo, literal, las veces que les daba la gana.  Los nuestros, agazapados, esperaban la oportunidad, el pestañeo de una defensa que rara vez lo hace. El juego que pintaba para partidazo, se diluía entre el toque constante del verde y la expectativa desconcertante del rojo.

Y así, con ese sonsonete aburridor, se fue el primer tiempo junto a los quince de receso que apenas dieron espacio para medio aspirar un cigarro y entre rezongos reclamar que – No estamos jugando a nada – Apenas un par de tiritos al arco de Armani.

El segundo tiempo abrió con otro fuera de lugar de Mena y con el rival tocando un poco más lejos de su arco.  El rojo, sin perder la cordura, seguía agazapado esperado el momento del zarpazo. El marco espectacular de una tribuna que relataba su ansiedad con cantos que instaban a su divisa a combatir, reñía con el juego plano de su equipo que nunca fue al frente y se limitaba a lo que, como islotes, pudieran hacer aquellos que el entrenador dispuso para atacar.  América excedió el respeto hasta llevarlo a una hipérbole absurda.  Nacional apretó y América controló.

Las bengalas rompieron la monotonía de una jornada que saludaba la noche. Nacional volvió a apretar, esta vez con decisión, con la convicción que el carnaval que la popular promulgaba sería para ellos. Los nervios se crisparon con cada aterrizaje del verde. Por fortuna, allí estaba Hérner, inmenso, rechazando todo, y tras él, Bejarano manteniendo el cero que abrazamos cuando  un cabezazo de Bocanegra perforó toda la defensa y se estrelló con sus manos casi siempre salvadoras… ¡Ay Bejarano de mi vida. Salvaste el punto!

A veces como hincha no entendemos eso que muchos se llenan la boca al pronunciar, táctica. Pero, hombre, un poquito de ambición y rebeldía para ir al frente no vienen mal.  No es posible que pasemos 90 minutos agazapados viendo jugar, esperando que venga un error.  Está bien que enfrentamos al mejor equipo del último tiempo, pero para respetarlo y verlo jugar está la televisión y no el Pascual Guerrero repleto hasta el vomitorio.  Terminé caliente, rabón, porque tal vez por ingenuo, creí que íbamos a vencer al rival que muchos por allí, con la boca más grande que la barriga, promulgaban que íbamos a parar. Al final el equipo terminó como empezó: agazapado lamiendo el punto que vino a buscar mientras veía como la provocativa presa se paseaba oronda y desafiante por su pradera.

Saludos y gracias por leer estas líneas

MAURICIO BERMÚDEZ / @MBER226

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