ABRAZO DE GOL
AMÉRICA 2 - TIGRES 0
ABRAZO DE GOL
La lluvia de la previa espantó a algunos y remojó la incertidumbre de saber qué América íbamos a ver. También enjuagó ligeramente la costra de rabia que quedó el jueves y salpicó de esperanza cada corazón repleto de esa terca obstinación que mueve a los americanos. Una tarde para ganar y seguir borrando, con paciencia de santo, las huellas al sótano.
El equipo abusó de la derecha, la zona más enfangada, donde con dificultad se podría derribar el dispositivo defensivo del rival orientado hacia el goleador que tuvo que lidiar, entre charcos y patadas, con dos y tres rivales al tiempo. Entonces, el fútbol en su infinita rebeldía, indicó que por allí, después una pared que se agotó en el tiro de esquina, debería llegar el gol. Cobro corto. Los Angulos hicieron de los charcos un coro. Juan Camilo tocó a Brayan que con un amague predecible pero certero, despachó a su pobre marcador lanzando un centro que atravesó toda el área rival pues se antojaba pasado. Castañeda, lo rescató con un salto de liebre que resultó ser una asistencia fina al goleador, Martínez Borja, que se acostó para acariciar el gol que retumbó en este jardín hermoso llamado Pascual Guerrero. Un grito de gol que se entrelazó al cielo con un dale ro – dale roooo – dale ro – dale rooooo que acompañaba los abrazos.
“Hay que ganar”. Qué lío nos arman esas tres palabras cuando se juntan. América tenía que ganar hoy jugando bien, regular e incluso mal. Imponerse, sin excusas ni pretextos. Algunos, los viscerales, salieron felices pues llevan a casa tres puntos en el bolso y en la sonrisa. Aquellos regresaron a casa dizque preocupados. Otros, felices de dientes para afuera pero intranquilos por lo que dicen los sabiondos del futbol en radio y televisión. Y los más desconfiados envueltos en un chal de escepticismo, regresan a casa diciendo que nada sirve y que pronto se caerá esta mentira.
Desde cada orilla todos sabían que había que ganar… Y aunque el balón se perdió iniciando el segundo tiempo y Bejarano trabajó más de la cuenta, todos saltaron cuando Lucumí recibió solo y frente al arco una asistencia transformada en el gol consolador que selló la victoria. El abrazo de gol no es separatista; une el exceso de confianza con la sensatez. Recoge en un apretón de brazos la tranquilidad y zozobra. Es un estrujón de alegría, un instante de paz que acompañas con otro americano que vive y siente esta camiseta como tú lo haces. Gol de América. Sonríe el corazón. ¡Ganamos!
Cómo me duelen hoy, cuando leo en detalle las dos tablas de posiciones, los puntos perdidos con Rionegro y Jaguares. Sin embargo, vienen tres partidos en plazas de placentera recordación como Bucaramanga y Medellín y otro en Tunja, donde hay también que ganar, no solo por el hoy sino también por el ayer, para recuperar esos puntos. Anhelo profundamente con un aire extraño de convicción, que vendrán muchos abrazos en esos partidos decisivos que nos traerán de vuelta al Pascual, para encontrar en otro abrazo de gol, que una corazones, la satisfacción de los objetivos cumplidos.
Vamos América, vamos.
Saludos y gracias por leer estas líneas
MAURICIO BERMÚDEZ / @MBER226
#EscritoConElAlma